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lunes, 4 de octubre de 2010

Dilma Rousseff primera mujer presidente de Brasil. Ex guerrillera y ministra casi desconocida


Dilma Rousseff va a ser la primera mujer presidente en la historia de Brasil. Ex guerrillera y ministra casi desconocida, los escándalos de corrupción en el PT le allanaron el camino. ¿Pero podrá sostener el “aura” de su exitoso predecesor?
Por Andrés Bruzzone

Dilma rousseff, una economista de 62 años, va camino de ser la primera mujer presidente en los 211 años de historia de Brasil. Desconocida poco tiempo atrás para la mayoría de los electores, la ex súper ministra de Lula, ex funcionaria técnica y ex guerrillera tiene posibilidades de ser elegida en primera vuelta, el domingo 3 de octubre, montada sobre la ola de la popularidad del presidente más querido en la historia de Brasil: Luiz Inácio da Silva, Lula, quien acumula 81,4 por ciento de aprobación tras ocho años de mandato. Apenas un 3,9 por ciento de los brasileños cree hoy que el gobierno fue malo o pésimo. En el exterior, su imagen lo coloca como uno de los grandes líderes en lo que va del siglo.

La elegida de Lula casi seguramente ocupará el mandato número 50, pero en la historia, antes de ella, hubo 43 presidentes. Como es costumbre en el país, se los conoce por el nombre o por un apodo. Dos mandatos cumplieron Lula, FHC (“efeagacé”, o Fernando Henrique Cardoso), João Goulart y el “Marechal” (mariscal) Deodoro da Fonseca (2). Cuatro, Getúlio Vargas. Dilma está cerca de convertirse en la quinta persona en ocupar la presidencia del país tras el pleno regreso de la democracia, precedida por Fernando Collor de Mello, Itamar Franco, FHC y Lula. Asumiría un país en crecimiento acelerado, con perspectiva de superar el 7,5 por ciento este año y muy pocas posibilidades de caer abajo del 5,5 por ciento en los próximos cuatro. Los indicadores de desempleo mejoran, como la actividad industrial, el número de pequeñas y medianas empresas, las exportaciones y la estabilidad monetaria. Y, sin embargo, los desafíos no son pequeños: a pesar de los avances, el país arrastra la deuda histórica de la desigualdad social y las prácticas políticas sufren la marca del clientelismo y la corrupción.

Para entender el crecimiento de quien dos años atrás era una ignota ministra de perfil técnico, hay que considerar que Brasil vive desde hace 15 años un proceso de movimiento ascendente en la pirámide económica que representa, a la vez, un cambio estructural de la sociedad y un motor seguro para la economía de las próximas décadas. Casi 30 millones de brasileños subieron de las clases sociales D y E a la C, esto es, son familias que hoy ganan entre US$ 650 y 2.750 por mes. La llamada “nueva clase media”, que compra su primer auto y contrata planes de salud, ya suma 98 millones de personas, que representan por primera vez más de la mitad de la población total del país. Esto significa, por ejemplo, que en 10 años se duplicó el ingreso de alumnos a la universidad (lo que no es poco importante: 22 millones de electores tienen menos de 24 años).

Para esto concurrieron varios factores. Por un lado, la urbanización acelerada desde áreas rurales durante la segunda mitad del siglo XX creó favelas en las grandes ciudades, degradación ambiental y tensiones sociales, pero también permitió la escolarización de millones de “crianças”. Por otro, la estabilidad monetaria instaurada en el Gobierno de Franco, consolidada por su ex ministro de Economía, Fernando Henrique Cardoso. Y el crecimiento de la economía del mundo y el alza de la commodities, junto con el desarrollo del país como productor minero y, fundamentalmente, agropecuario (la producción de granos creció a un ritmo anual de 5,9 por ciento, saltando de 83 a 147 millones de toneladas en una década).

Pero jugó, sobre todo, un elemento central de la política de Lula: los programas de transferencia de ingresos a los grupos sociales más postergados. Aunque fueron iniciados por Cardoso a mediados de los años ‘90, cobraron un impulso decisivo durante la gestión de Lula. Los números impresionan.

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